Si tenía que escaparse Puigdemont,
no podía haber sido a otro país que a Bélgica, rareza de unidad mantenida a
pesar de la permanente tentación para fragmentarse.
En tamaño, Belgica coincide con
los 32.000 kilómetros
cuadrados de Cataluña, donde la gente está menos apretada.
En cuanto los catalanes dejaran de
hacer la puñeta para dedicarse a hacer un par de millones más de catalanitos,
los dos paises serían uno espejo del otro.
¿Y cómo ven sus vecinos a los
belgas y los catalanes?.
Todos los chistes que se aplicaban
en España hace años para ridiculizar a los de Lepe ya se contaban en Europa
referidos a los belgas.
Para los demás españoles, los
catalanes son generosos, desinteresados, ocurrentes, espontáneos y de natural
simpatía.
Parecidos a aquel negrito cubano del
que se decía que todas las mañanas rezaba:
“Dios mio, hazme blanco, aunque sea catalán”.
Negrito que era una rareza entre
los de su casta: preferían seguir siendo negros.
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