Los rojos dan siempre la tabarra con esa
falacia de que todos somos iguales.
Menos cuando,
por no se qué sabe qué aviesas razones, se parten la cara en favor de la
diferencia y el trato desigual a los que, por una vez, merecen ser tratados de
forma distinta que los demás.
Por ejemplo, lo
del concierto vasco.
Un eminente
rojo como tiene acreditado serlo Fernando López Agudín, al que ya le pusieron
pañales color escarlata y vestían su cunita con sábanas coloradas, escribe hoy
para poner de vuelta y media a Albert Rivera, el mero- mero de Ciudadanos.
¿Y por qué?
Porque se le ha
ocurrido decir que los vascos deben pagar impuestos como el resto de los
españoles lo hacemos, sin la triquiñuela esa del concierto y los cupos a la que
se acogen para pagar menos de lo que les correspondería pagar, si fueran
tratados fiscalmente como el resto de los españoles.
Así, si el
partido mayoritario en el congreso de Madrid aunque necesitado de los escaños
vascos para gobernar y aprobar los presupuestos nacionales precisara el apoyo
de los diputados nacionalistas vascos, la benevolencia a la hora de fijar el
cupo vasco facilitaría el entendimiento.
Qué bien les ha
venido a los separatistas vascos y catalanes ésta democracia, para arrancar porciones
de su independencia de los gobiernos centrales necesitados de apoyo político.
La historia de
ésta desgraciada democracia en la que desembocó la añorada dictadura es como la
del avaro que, en sus años de tribulación, malgasta y derrocha lo que ahorró
con sacrificio.
¿Y cuando se
acabe lo que queda?
Que venga otra
dictadura y empiece a ahorrar para que lo dilapide la siguiente democracia.
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