sábado, 23 de diciembre de 2017

SEPARATISMO INFECCIOSO

Donde las dan las toman y, de Quevedo para acá, ya sabemos que el alguacil puede ser alguacilado.
Pues bien: hay separatismos que en su germen cromosómico son portadores del irrefrenable instinto separatista.
Está pasando en Cataluña, esa región española que tanto porfía para separarse del resto de España.
Y es que no todos los catalanes sufren el contagio separatista, ni con la misma intensidad.
Así que, si lo que hasta ahora es una de las 17 comunidades autónomas del Reino de España consiguiera independizarse, no acabarían los problemas de Cataluña sino que sería el punto de arranque de un imparable frenesí separatista.
La actual Cataluña sería como una ameba: entraría en un proceso reproductivo por partenogénesis haploide, consistente en su sucesiva partición en dos mitades.
Todavía no se ha librado Cataluña del yugo opresor de España y ya se cierne sobre el futuro estado independiente la amenaza separatista.
Los catalanes dicen que la independencia los hará más felices porque les permitirá dejar de pagar al resto de los españoles que son más pobres, y ese mismo argumento se está volviendo contra ellos.
De hecho, ya existe la asociación para que Tabarnia (el antiguo territorio catalán que abarcaba el Condado de Barcelona) se segregue de la Cataluña independiente.
Barcelona y Tarragona serían los núcleos urbanos más destacados de Tabarnia, que se extendería desde la comarca de la Selva Española, al norte, a la del Baix Camp, al sur.
Carla Arrufat, que preside la Asociación por la Autonomía de Barcelona, se queja de que “Barcelona y su área metropolitana aportan el 89 por ciento de los recursos de la Generalitat y solo reciben el 59 por ciento”.
“Prefiero una Barcelona fuera de Cataluña a una Barcelona fuera de España”, sentencia la presidenta Arrufat, que  se queja porque ” no es que no queramos ser catalanes, sino que (los separatistas catalanes) no nos están dejando otra opción que la de separarnos de Cataluña”.

Conspìcuos observadores de la realidad catalana apuntan que, si la tentación separatista se radicaliza y extiende, podría suponer la ruptura de la armonía familiar en el piso que compartan.

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