domingo, 1 de enero de 2017

CRISTINA PEDROCHE

Se dice por ahí que “vestido”, etimológicamente procedente del latín “vestitus”,  es una prenda o conjunto de prendas que se utiliza para cubrir el cuerpo.
Y,  como cubrir es sinónimo de tapar, los españoles han estrenado el año 2017 hablando de una contradicción tan evidente como bella, si bello es lo que, al ser percibido, agrada.
Estamos hablando, lógicamente, del vestido que la llamativa Cristina Pedroche utilizó en la gala de la Nochevieja que evidenciaba su esplendorosa belleza porque tuvo el acierto de no ocultar lo que merecía la pena contemplar: su radiante talento.
Y si estéticamente fue un acierto, ¿lo fue también desde una perspectiva ética?
Según.
Para las no demasiadas que pudieran enfrentarse al “esto es lo que hay” que habría sido la traducción verbal del desafío visual de la actriz, superar el reto habría representado el triunfo del “más difícil todavía”.
¿Y para las que no?
Podrían haber proclamado que hay bellezas como la bondad, la honestidad, el recato, la inteligencia, el talento o la habilidad para cumplir sus tareas, superiores a la mera apariencia externa.

Lo que me hace rememorar el consejo con el que el sabio Héctor Kuperman me encaminó por la vida que por entonces iniciaba: “Joven Higueras”—me aleccionó—“lo más importante en una mujer no es que sea guapa o fea, tonta o lista. Lo que importa de verdad es que sea trabajadora”.