viernes, 13 de enero de 2017

CENSURANDO AL DISCREPANTE



No siempre, afortunadamente, la inteligencia de la razón se impone a la tiranía del instinto.
 Si así fuera, el ser humano carecería de la capacidad de dudar, privilegio del único animal capaz de embridar su instinto al mandato de la razón.
Por eso hay ocasiones en las que la fuerza del instinto para reproducirse, el más acuciante para animales racionales o irracionales, prevalece sobre la oportunidad de cuando y con quien satisfacerlo.
Al posible error de cuando, cómo y con quien cumplir esa necesidad instintiva se añade la a veces acuciante urgencia por hacerlo.
Pues de eso trataba “Víctimas de su sexismo”, la entrada que el 10 de enero publicó en su blog “Crónicas Bárbaras”  el maestro de esa modalidad de periodismo que es mi amigo Manuel Molares do Val, con el que tantas experiencias he compartido y que tanto me ha enseñado.
Se admiraba Molares del caso de una señora culta, asesinada el primer día de éste año por un maltratador habitual más joven, con el que compartía intimidades.
No fue la primera vez ni será la última en la que la tiranía del instinto se imponga a la prudencia de la razón.
Al fin y al cabo, el ansia de perpetuarse mediante el placer sexual, la necesidad de satisfacer el hambre y el ansia de poder son los tres motores de la conducta humana.
¿Por qué, entonces, le liaron la que le han liado los que se insurgieron contra Molares y forzaron a algún periódico que había publicado su texto a retirarlo?
Porque no es de los suyos, evidentemente.
Porque, en ellos, el instinto de silenciar al que no sirva de coro a su inclinación de enmudecer al discrepante es todavía más tiránico que el instinto sexual, uno de los tres motores de la conducta humana.
¿Machista Molares?
Si lo conocieran como éste su servidor, que desde que lo vió cuando llegó con Leni, su mujer, y un perro ridículo al aeropuerto de México hace más de cuarenta años,  para acompañarme en las tareas periodísticas que desde entonces compartimos, se echarían a reir.
Particular e íntimamente, Molares siempre me ha parecido, si acaso, “soft on machismo”, demasiado poco ardoroso en la defensa de la supremacía masculina, como eran “soft on comunism” para el senador Mccarthy los sospechosos de connivencia con Rusia.