viernes, 20 de enero de 2017

AMOS Y ESCLAVOS



El día improbable en que cada español se responsabilice de satisfacer sus propias necesidades y deje sin argumento al gobierno para que lo haga en su nombre  y en provecho de los políticos, España será, si no un país mejor, por lo menos  un país de gente más libre.
Porque, si los gobiernos han acostumbrado a los gobernados a que dejen en manos de los políticos la solución de sus problemas personales, los ciudadanos se han enviciado y se desentienden de resolver sus propios problemas.
Así, estudian donde y lo que los gobiernos quieren y no lo que y donde quieran ellos o sus padres, trabajan en lo que el gobierno los emplee, van al médico que el gobierno les designe y hasta tienen el número de hijos que los que manden les recomienden.
Es una especie de esclavitud  consentida la esclavitud en la que el ciudadano español vive: que va a misa cuando un gobierno les dice que lo haga o cierra iglesias cuando el gobierno mira con suspicacia al que practique alguna religión.
Como aquellos siervos medievales obligados a creer lo que el señor feudal creía y a exponer su propia vida para defender la vida de su señor, los españoles de ahora son como los españoles de antes: esclavos del gobierno como antes lo eran del gobierno de entonces, encarnado en el que era dueño de sus vidas y sus haciendas.
Eso sí: la esclavitud actual ha sido democráticamente establecida y la de antes brutalmente impuesta.
La de entonces y la de ahora originan las mismas consecuencias: el que manda, manda y el que no mande, obedece.