sábado, 21 de enero de 2017

AISLAMIENTO IMPOSIBLE



Donald Trump sugirió en su primer discurso como presidente que, bajo su mandato, la filosofía aislacionista—desentenderse de lo que ocurra fuera del pais—se impondrá a la intervencionista, que defiende atajar conflictos en el extranjero que podrían se extenderse a los Estados Unidos.
Thomas Paine, George Washington,, Thomas Jefferson y, en general, todos los padres fundadores de los Estados Unidos propugnaron esa filosofía para aislar a la nueva nación de los conflictos que sacudían a los países europeos de los que procedían.
Con la excepción de la guerra contra España por Cuba y Filipinas y bombardeos puntuales en América Latina, los Estados Unidos siguieron la línea abstencionista en su política exterior hasta que Woodrow Wilson ordenó en 1917 la intervención en la primera guerra mundial.
Como único país industrializado cuya economía salió reforzada y no destruida por la guerra, sus intereses económicos se universalizaron y la defensa de esos intereses nacionales se globalizó.
Cuando Donald Trump tomó posesión de su cargo, los intereses de los Estados Unidos abarcaban todo el mundo por lo que, para defenderlos, el nuevo presidente se verá obligado a intervenir (aunque no siempre directamente por la fuerza militar) donde considere que corren peligro.
Es el aislacionismo relativo de la política de Donald Trump un ardid engañoso más que una promesa creible.
Mientras los intereses de los Estados Unidos tengan dimensión mundial, su defensa lo obligará a intervenir en cualquier lugar del mundo en el que crea que estén amenazados.
Como ha ocurrido a lo largo de la Historia con todos los Imperios que, por serlo, estaban obligados a intervenir lo más lejos posible de sus fronteras y antes de que un conflicto internacional degenerara en guerra nacional.