A lo mejor fue la
única vez que se equivocó, pero cuando Camilo José Cela dijo aquello de que
“para cometer desatinos nadie como los gallegos y los chinos” se quedó corto.
Porque por lo menos un moro, que
se sepa, la pifió tan estrepitosamente que si no ha batido el record mundial le
ha faltado poco.
La hazaña la consiguió Ahmedulhadi
Sharif, imán de la mezquita del Centro Islámico de Nashville, en Tennessee, al
comentar la decisión de su presidente Donald Trump de prohibir la entrada en
Estados Unidos a los moros procedentes de algunos paises moros.
Sharif nació en Somalia, huyó a
los Estados Unidos y tiene nacionalidad norteamericana gracias a haberse casado
con una paisana suya ya afincada el
tiempo suficiente como para haberse nacionalizado.
¿Y qué ha hecho o dicho el tal
Sharif para ameritar proclamarse actual campeón mundial de las pifias?
Pues quejarse de que desde el 30 de Enero, día en
el que Donald Trump prohibió la entrada a más moros de esos nueve países,
“estoy en una cárcel enorme que se llama Estados Unidos”.
Y es que en la cárcel, como a
todo el mundo le convendría saber, no está prohibido entrar cuando estas libre
y fuera de ella, sino salir si estás dentro y no has cumplido la pena que te
hayan impuesto los jueces.
Cosas de los moros y de esa
peculiaridad de que su clero no tenga necesidad de formarse para ejercer, sino
que alcance el imanato aquél al que sus seguidores consideren su imán.
Es la única frivolidad
democrática en que incurren los moros, pero es una ligereza de aúpa.