Echemos la
vista atrás como en mala hora hizo la mujer de Lot, para comprender mejor lo
que ha empezado a empezar en España: las purgas entre la dirigencia de los
rojos españoles actuales, que tanto entretuvieron en su tiempo a Josef Stalin,
modelo de los rojos universales.
Los rojos de
aquí tienen en Pablo Iglesias a su Stalin particular y ya se ha arremangado
para decapitar (por ahora en sentido figurado) a la vieja guardia que lo empujó
al poder, capitaneada por Iñigo Errejón, que tanto me recuerda a Trotsky.
Tan
contradictorio sería que hubiera rojerío sin purgas como que se plantara un
jardín sin rosales de pitiminí, y los rojos españoles, hasta ahora, solo han
tenido purgas de guardarropía, asilvestrados rosales con más púas que rosas.
Como Stalin es
el modelo paradigmático del rojerío mundial, al Stalin que en 1936 inició su
provechoso plan de purgas quiere imitar
Pablo Iglesias:
Stalin se
cargó entonces a sus viejos camaradas
Zinoviev, Kamenev, Smirnof y otros trece de más baja alcurnia, e
Iglesias va a empezar sus purgas ventilándose a Iñigo Errejón y a sus incautos
errejonistas.
Si la cosa le
sale bien a Iglesias, de aquí a poco tiempo a los podemitas españoles les
quedan menos horas de tranquilidad que a
los rojos que sistemáticamente se cargó Stalin siempre, naturalmente, quitándose
de en medio a los que no contestaran amen a sus tropelías revolucionarias.
Si Iglesias
siguiera al pié de la letra el guión de las purgas stalinistas , de aquí a un
tiempo anunciara un pacto Iglesias-Le Pen como el que firmaron Ribbentrop y
Molotov para empezar el lío que tan provechoso resultó para la industria del
cine.