Si en sus años
mozos no se hubiera dedicado a pegarle pelotazos al portero del equipo
contrario sino a estudiar literatura, a Iñaki Urdangarin no le habría ocurrido
lo que le ha pasado.
Porque no habría
tenido ocasión de dar los pelotazos por los que lo han condenado a prisión si
hubiera conocido y asimilado aquel sabio consejo que Andrés Fernandez de
Andrada daba a Fabio en su “Epístola moral”:
“Fabio, las
esperanzas cortesanas/ prisiones son do el ambicioso muere/ y donde al más
astuto nacen canas”
Y es que para
acertar en la elección del futuro no hay nada más prudente que aprender las
lecciones del pasado, siempre que el manual en el que el interesado se inspire
sea el adecuado.
Es arriesgado
empeñarse en ser Ceniciento solo por ser un cenizo.
Con lo bien que
le hubiera ido a “La Belle Dormant au Bois” no haber asistido a las Olimpíadas
en las que quedó encantada cuando le pincho el corazón el aguijón purulento de
Iñaki…
Pero así son los
cuentos infantiles: una componenda literaria para disfrazar de dichoso un final
aciago.