Como es
privilegio de los viejos tener cada vez más recuerdos que proyectos, es de ley
que la referencia de lo que ahora ocurre sea lo que antes pasaba.
Por ejemplo, lo
de la relación entre el hombre y los bichos.
Un gato, que
ahora sirve para llevarlo a la peluquería y aguantar estoicamente su tiranía,
antes se justificaba por su capacidad de acabar con aquellos ratones rapaces
que se comían lo poco que en las casas se guardaba para que comieran las
personas que las habitaban.
Por ejemplo,
los perros: antes servían para ayudar al cazador de la familia a cargarse
conejos, perdices o patos del campo, la casi exclusiva fuente de proteínas de
la familia del dueño del perro.
La gente sigue
comiendo perdices, patos o conejos, pero únicamente si, por haber nacido en
granjas o criaderos, no estiman en nada la libertad de que gozaron los de
antes.
¿Y si, para
tener bichos distintos, tienes alguno que, como una serpiente de cascabel, son
todavía pocos los que la han elegido como animal de compañía, lo que los
modernos llaman mascota?
Todo lo que pasa ahora en España ya empezó hace años en Estados Unidos por lo que esa idolatría por los bichos es otra imitación de lo norteamericano, que tanto nos repele.
En inglés, que
es el idioma del que por hablarse en los Estados Unidos proceden la mayor parte
de las palabras que usamos en España sin saber lo que quieren decir, PET puede ser
el acrónimo de “Positrón Emission Tomography” aunque, lo más probable, es que se
refiera al dibujo ilustrativo que los, un suponer equipos de fútbol, lucen en
sus escudos como talismán de la suerte.
Total, que las
conocidas por “mascota” son bichos que sus dueños aguantan con la esperanza de
que la suerte les sonría.
¿No serán los
dueños de esas mascotas el talismán de los bichos que se dicen sus amos?