domingo, 19 de marzo de 2017

SOMETIDOS PERO SATISFECHOS

¿Quién no conoce a algún adulto que ayunaría si alguien no le pone un plato delante, iría  por el mundo desnudo si alguien no le comprara la ropa que viste y, si no se la planchara y lavara alguien, saldría a la calle como un espantapájaros?
Pues, como los individuos que sumados unos a otros forman el pueblo, es el pueblo español.
Y el pueblo español, que nunca ha tenido que valerse por sí mismo para no arriesgarse a no depender del que lo alimenta, calza, viste y le da dinero para comprar el tabaco que fuma, es un pueblo eterna y felizmente dependiente de esa madre solícita y a veces tirana que es el Estado.
Y es que el entrenamiento más determinante para que un pueblo llegue a su madurez soberana es el de, progresivamente, hacerse cargo por sí mismo de la tutela tiránica y protectora de la madre,
El pueblo español de ahora no nacería si la madre-estado no le fija una clínica donde hacerlo, no se educaría si la madre-estado no le facilitara la escuela en la que lo eduquen, padecería todas las enfermedades de la infancia si el Estado no le fijara donde, cuando y qué vacunas debe administrarle la sanidad estatal.
¿Y el trabajo que el ciudadano no tendría si la madre protectora no se lo proporciona? ¿qué carrera universitaria cursaría si el estado no se la fijara de antemano manipulando la oferta de plazas en las facultades?
Si el Estado-madre solícita no le subvencionara su supervivencia cuando pierda su trabajo, ¿de qué viviría hasta que el Estado le dé otro empleo?
¿Y la tranquilidad de conciencia del que puede culpar al Estado porque no le resuelve los problemas que hubieran sido de su exclusiva responsabilidad si el Estado no existiera?
Echando cuentas, un ente abstracto como es el Estado resuelve  mal que bien los problemas particulares del ciudadano, que hasta puede y debe quejarse si la solución no le satisface.
¿Y si el ciudadano al que el Estado le dice lo que debe pensar, decir y  hacer no lo obligara a hacer, decir y pensar lo que le indique?
La perspectiva es tan incómoda que más vale que el Estado siga decidiendo por cada individuo sometido a su control.

Por lo menos éste Estado Democrático Español permite protestar al ciudadano, como el perro puede aullar en las noches de plenilunio.