domingo, 26 de marzo de 2017

GAÉLICO EN EL CONGRESO

Esa catedral del contraste de pareceres que es el Congreso de los Diputados se justificaba, si acaso, por ser el escenario para que unos delegados por sectores del pueblo con opiniones diferentes acordaran soluciones comunes.
Convenía, que por muy distintas que fueran las opiniones, emplearan un mismo idioma comprensible para todos.
Pues ni para eso sirve este congreso de los Diputados, en el que los que se retrepan en sus poltronas conocidas por escaños,  coinciden en usar un idioma común que puedan entenderlo todos.
He leido en la prensa, y lo he creído porque hay ocasiones en las que lo que la prensa refleja coincide con la verdad de lo que haya pasado, que una de las señorías del Congreso de los Diputados metió una morcilla en gaélico en un pasaje del discurso que estaba profiriendo.
Seguramente ni mi nieto Pablo, al que parece que se le da mejor que bien la práctica del fútbol gaélico allá en su colegio de Malahide, cerca de Dublín, lo habría comprendido.
Así que, si el Congreso Español de los Diputados ni siquiera sirve para que sus señorías se entiendan, ¿para qué sirve el Congreso Español de los Diputados?
Para engrupir, un verbo que nuestros hermanos transatlánticos de Argentina emplean para definir la astuta artimaña de hacer parecer lo que no es, de dar a entender que el escuálido borrego que tiene es una interminable manada de ovinos.
¿Puede uno extrañarse de ésta peculiaridad de los Diputados Españoles al Congerso?
Si fueran los electores que lo eligieron los que lo enviaron al Congreso, sí.
Pero los Diputados españoles fueron apoltronados en sus poltronas del Congreso por la dirigencia de su Partido que los puso en puestos de sus listas de elección segura, probable o posible.

Y el que paga manda, por lo que los diputados hacen lo que les diga la dirección de su partido, e ignoran a los que votaron la lista en la que su nombre estaba incluido.