jueves, 30 de marzo de 2017

LOS LOBOS



Se conoce por regeneracionismo el movimiento intelectual que en el entresiglo del XIX al XX recetó la fórmula para que España saliera de su depresivo pesimismo y recuperara su anterior vigor.
Joaquin Costa recomendaba echar siete llaves al sepulcro de El Cid para cambiar hazañas episódicas por episodios diarios de heroísmo y Angel Ganivet, aquel granadino que se suicidó en Letonia,  fueron las voces regeneracionista más destacadas.
En su “Idearium español” contaba Ganivet que un hombre y sus ocho hijos iban por el ártico en un trineo tirado por perros.
 En un tramo del viaje una jauría de lobos comenzó a perseguir a la familia con la amenazante intención de devorarlos.
Viendo que las bestias estaban cada vez más cerca, el hombre comenzó a tirar un cargamento de pieles para aligerar el trineo; siendo esto insuficiente comenzó a arrojar la comida; pero los animales continuaban acercándose y, con lágrimas en los ojos, cogió a su hijo pequeño y, tras darle un beso, lo arrojó a los lobos, salvando así a los otros siete.
Llegaba Ganivet a la conclusión de que la salvación España debía acometerse aunque significara echar a los lobos a un millón de españoles.
Ese sacrificio del individuo particular  para que sobreviva la sociedad en abstracto es la filosofía que, veinte años después de que Ganivet se suicidara ahogándose,  aplicaron los regímenes nazi y comunista.
La disposición a sacrificar al individuo para que sobreviva el pueblo es la filosofía que distingue a las organizaciones políticas conocidas ahora como de izquierdas.
En contraposición, la conocida por derecha se basa en la defensa de todos y cada uno de los individuos que, juntos, integran el pueblo.
Si cualquier individuo ha de ser sacrificado para que el conjunto se salve, la sociedad deja de ser lo que había sido porque se ve privada de una de sus partes, tan necesarias cada una como las demás.