domingo, 16 de abril de 2017

JAVIER CLEMENTE

Por reduccionismo, que es el recurso que los intelectuales de babucha empleamos para que los menos listos o más tontos que nosotros entiendan lo que decimos, estoy totalmente de acuerdo con Javier Clemente.
Ese Clemente prehistórico por cuya boca salieron tantas patadas dialécticas como recomendaba a sus pupilos que les dieran en los tobillos a sus adversarios.
¿Y qué ha dicho ahora, en esta inesperada resurrección publica éste Clemente que desde hace años  parecía descatalogado?
Pues se preguntaba, y cito; “¿qué coño me importa una obra en Granada si vivo en Bilbao?
Se lo diré: tanto como a mí, que vivo en Palma del Río, me importa lo que diga Clemente que vive en Bilbao, de donde no lo deberían dejar salir sin bozal.
Que nadie deduzca que Clemente me cae mal. Todo lo contrario porque parecemos almas gemelas.
Si a Clemente no le importa lo que pase en Granada, que se imagine lo que me preocupa a mí lo que ocurra en Bilbao, Timbuctú o en la Barranca del Cobre.
No ha descubierto la pólvora Clemente ya que los bilbaínos, si acaso, solo inventaron levantar piedras y cortar troncos porque se enteraron tarde de que había grúas y sierras.

Y propongo: en vez de ese mercado de ganado humano que es el programa televisado en el que unas gachises se pelean con otras gachises para llevarse al gachó a la cama, ¿por qué no sacan a Clemente para que nos diga a los espectadores lo que vale un peine?