jueves, 18 de mayo de 2017

¿ES TAN MALO RUFIAN COMO APARENTA?



El ser humano conocido por hombre o mujer debería sentirse condicionado por el nombre o el apellido por el que se le conoce y debería adecuar su comportamiento a lo que significa el nombre y el apellido por los que se le identifique.
Así, un ciudadano que se apellide Bueno debería serlo y no tan malo como la quina, esa corteza de árbol buena para nada.
Hay un caso en el zoológico que es la política española en el que alguien se esmera y casi ha conseguido esa congruencia: el del diputado Rufián.
Pero la contumacia con la que el diputado se esmera para que su comportamiento haga honor a su apellido nos hace temer a los suspicaces que hay trampa.
No es posible que haya nadie tan perfecto que sea capaz de ser malo sin mezcla de ninguna bondad.
Bueno y perfecto, nos enseñaron en el franquismo, solo existe Dios y su antítesis, el Diablo, es el único malo sin contaminación de bondad ninguna.
¿Es tan malo el diputado Rufian como se empecina en parecer?
¿Sus intervenciones parlamentarias exteriorizan lo que su corazón siente o encubren una bondad, de la que se avergüenza?
La manera de despejar esa incógnita es permitirle que sus excesivamente limitadas intervenciones  parlamentarias duren tanto como duraban las del Fidel Castro: por lo menos dia y medio.