domingo, 4 de junio de 2017

VICTIMAS Y VICTIMARIOS



Son los cristianos colaboradores imprescindibles en los asesinatos que los musulmanes cometen casi a diario: son los asesinados.
Cristianos víctimas y musulmanes victimarios.
Sin adoctrinados por  su fe los primeros para perdonar a quienes los ofendan, y sin el impulso religioso de los segundos para matar a los que discrepen de sus creencias, no habría víctimas cristianas ni asesinos musulmanes.
El exterminio de los que por sus creencias perdonan a sus enemigos facilita y coopera para que desaparezcan los cristianos y sobrevivan los musulmanes.
Todos los textos en los que se fundamentan las religiones comparten el carácter esotérico que propicia interpretaciones contradictorias.
San Mateo (26.52) pone en boca de Jesús una advertencia sobre la violencia: “Vuelve tu espada a su sitio porque todos los que tomen la espada, a espada morirán”
Todos. Sin excluir a los moros terroristas ni a los musulmanes que dan cobertura religiosa a sus asesinatos.
Todos son todos, no solo los cristianos.

FAVORECER AL QUE TE BENEFICIE



   Ese sistema de organización de la sociedad conocido por democracia, en el que los ciudadanos sin tener en cuenta su aportación individual al bienestar general  tienen el mismo derecho para elegir a los gobernantes, podría ser eficaz.
Siempre que, por no necesitar los gobernados al gobierno, estén libres del chantaje al que los políticos los someten para recabar sus votos.
Y, si los ciudadanos electores no necesitaran al gobierno para que resuelva sus necesidades personales, ¿qué necesidad habría de gobiernos?
Un gobierno que no gobierne por igual a los ciudadanos es aceptable solo para los que se beneficien de la acción gubernamental que, como se fundamenta en favorecer a la mayoría en perjuicio de la minoría, castiga sistemáticamente a los menos para premiar a los más.
Es decir: cuando las injusticias gubernamentales favorezcan a la mayoría de los votantes en perjuicio de los que no los hayan votado.
Nada nuevo, la vieja consigna “do ut des” (“dale al que te dé”  o “favorece al que te beneficie”) de la antigua Roma, eternizada diariamente.
¿Y por haber implantado un sistema de gobierno tan antiguo como el de la vieja Roma se ufanaban los que capitanearon aquella transición que consistió en perjudicar a los que antes se habían beneficiado para beneficiar a los que desde entonces se favorecen?
Imitemos irremediablemente al niño Cain del matrimonio de Adán con Eva, su segunda esposa después de que Lilith se escapara a vivir la vida birlonga: si no cargarse a Abel, por lo menos esconderle el mechero con el que encendía el fuego para sus sacrificios a Dios.