domingo, 25 de junio de 2017

EL POBRE HARRY



Como hay que aspirar a lo más, conviene de vez en cuando huir del ambiente plebeyo que nos rodea para echar un vistazo a la aristocracia, personalizada en la monarquía coronada, de la que la inglesa es el epítome.
Un suponer, el príncipe Harry de Inglaterra.
Me entero al leer esta mañana el “Daily Mirror”, de inclusión obligatoria en la revista de prensa que el que aspira a estar bien informado debe estudiar, que el Príncipe Harry de Inglaterra  tolera de mala gana su condición real y añora sus tiempos de libertad como soldado en el campo de batalla, disfrutando de la férrea disciplina militar.
Confiesa que estuvo tentado de renunciar a los honores y privilegios que su rango le otorgaban para ser solo el número de la chapa identificatoria de los soldados, por si hubiera que determinar quien era el caido en combate.
No lo hizo.
Por amor, como el novio de la muerte del folletin que es la letra de himno de la legión.
Pero no amor a la novia, que tantas tenía que era imposible saber cual era la de a de veras.
Tampoco por amor a su madre, muerta en un accidente de tráfico en París, cuando huía junto a su novio egipcio de la rehala de periodistas que los acosaban.
Amor a su abuela, la Reina Isabel, la que mantiene unidos no solo a sus súbditos sino, lo casi imposible, a sus familiares.
Asi que Harry se confiesa prisionero del deber a su rango y privado de la libertad de sus anhelos.
Pobre príncipe inmensamente rico por todos los bienes materiales que los dioses dieron a los hombres, que ha tenido que renunciar al más ansiado: el de la libertad.