jueves, 13 de julio de 2017

LAS CALORES



Antiguamente, la calle Portada que aquí se la conoce por calle Portá, marcaba la frontera ideológica del pueblo: a su oeste votaban a las derechas y a su este a las izquierdas.
Pues bien, a las doce de la mañana, es decir a mediodía, recorrí los 50 metros que  separan la farmacia de mi casa para que me dieran tiras reactivas.
Marcaba el termómetro 47 grados, centígrados naturalmente.
Y mientras el mancebo me despachaba, me puse a  cavilar:
¿Qué individuos que sean capaces de sobrevivir a temperaturas de hasta 50 grados (a la mitad de lo que el agua hierve) necesitan los potingues que venden en las farmacias?
¿Y dicen que los vascos son fuertes y los andaluces enclenques?
Me traigo yo aquí en verano al más bruto de los levantapiedras de Ondarribia y se le hernia hasta el alma.
No es solo la capacidad de aguantar temperaturas extremas lo que garantiza la superioridad física y moral de los andaluces ni de los más vigorosos andaluces de Andalucía, los de Palma del Rio.
Desde que el Caudillo nos defraudó a todos los españoles al morirse, los socialistas que lo criticaban de boquillas mandan en mi pueblo: son pues, y se lo tienen bien ganado,  los testaferros y herederos de Franco.
Por eso, amoldados a las tiranías de Franco y de los socialistas, que el termómetro marque 50 grados es una intrascendencia intrascendente.
¿Y la sorprendente alegría de los de mi pueblo que, al morir en verano, suspiran de alivio al comprobar que la temperatura del infierno es más benigna que  la de Palma del Rio?