domingo, 16 de julio de 2017

PLUMAS Y PISTOLAS



No cambiaria mi ordenador por la pistola de ningún asesino profesional pero admito, como el poeta muerto de pena en el exilio, que ni un seductor Mañara ni un Bradomin he sido.
Y no por falta de ganas, que conste.
No lo hago porque, aunque no sea la de Antonio Machado, mi pluma es más noble que la pistola de cualquier Lister.
Por lo menos hasta ahora.
Porque, cada vez con mayor estrépito, se oye el estentóreo bramido de los bueyes a los que despeñan al precipicio que es la guerra, desde el saliente de la política.
Y es que este medio siglo largo transcurrido desde que enmudecieron los cañones es demasiado tiempo sin que los toros bramen ni los españoles se acuchillen.
¿Qué ha sido siempre la política para los españoles  sino la algarabía precursora de ese momento en el que uno de los discrepantes le echa las manos al gañote a su adversario para declararlo enemigo?
Predestinados a matar al enemigo que llevan dentro cuando los de genes de vencidos en contiendas anteriores se rebelan contra los genes íntimos del vencedor, el guerracivilismo  periódico es el desahogo esporádico de una raza atormentada.
La sociedad, que es el resultado de la suma de individuos en permanente conflicto íntimo, bulle permanentemente hasta que la presión la hace estallar.
Nueva guerra civil y, al cabo de uno años, nuevo estallido para que escape el vapor acumulado.