domingo, 23 de julio de 2017

CRÍTICA Y DEMOCRACIA



La de recibir y difundir información y opiniones es uno de los derechos humanos, civiles, constitucionales, políticos o lo que sea que debe garantizar una sociedad moderna.
Pero, ¿sin límites en cuanto a la forma patriarcal, anónima, dictatorial o democrática en la que esa sociedad se haya estructurado?
Los expertos discrepamos pero coincidimos en que, si esa libertad es imprescindible en las dictaduras, puede que sea necesario, y hasta ineludible, limitar y hasta prohibir ese derecho en las democracias.
Pongamos un ejemplo para entendernos: los periódicos, los comentaristas de radio y hasta los tertulianos de las televisiones coinciden una vez más en que Mariano Rajoy es un Babieca.
Pues resulta que, como ese Babieca ocupa el cargo que detenta por delegación de los que en unas elecciones abiertas a todos lo prefirieron a otros adversarios, Rajoy sería la encarnación de los que lo eligieron, en realidad los babiecas por haberlo elegido.
¿Y criticar a un dictador también sería una desconsideración para los que, por asenso o consenso, le facilitaron el ejercicio de su tiranía?
Nada de eso. Al dictador se puede y se debe criticar.
¿Y por qué no se le critica?
Porque el dictador suele castigar la crítica encarcelando o fusilando a sus detractores y, evidentemente, se le debería criticar si el dictador no tuviera entre las prerrogativas de su dictadura encarcelar y hasta fusilar a los discrepantes.