sábado, 5 de agosto de 2017

ECOLOGISTAS URBANOS



 La de ecologista es una variedad urbana del ser humano, empeñada en mantener tal como salió de fábrica a la naturaleza que, según le han dicho, anda renqueando.
Se lo dijeron y lo sabe porque ha presenciado las imágenes televisadas que evidencian la transformación en sembrados de lo que habían sido zarzas y lentiscos.
Y, por si fuera poco, han tenido que poner en medio del campo nada menos que centrales nucleares.
Los ecologistas se enrebañan en metrópolis abigarradas, en las que se generan los residuos que tanto les preocupan, porque afectan al paisaje y al paisanaje de su exótica lejania.
Hasta centrales nucleares se atreven a erigir en medio del campo.
Como urbanita de chicha y nabo que somos los que vivimos en las metrópolis en miniatura que son los pueblos, me contagió la alarma que propagaban unos ecologistas desde una emisora de la cadena SER, naturalmente instalada en uno de los últimos pisos de un rascacielos metropolitano.
Desde un lugar como ese, y uno lo sabe por propia experiencia, el conjunto prevalece sobre las partes que lo forman.
¿Que la contaminación en la gran ciudad no te permite percibir lo que circule por las aceras?
Mejor adelantar el reloj del tiempo para advertir a los que vivan en la todavía impoluta atmósfera de pueblos y aldeas que se alegren de que les hayan cerrado la central nuclear que funcionaba en su vecindad.
En eso consistió el programa radiado por la SER: un intento concertado por locutora y ecologistas para convencer a la alcaldesa del pueblo de la central cerrada de la buena suerte que habían tenido con su clausura.
Ante todo por el pánico del que se habían librado, del miedo que los aterrorizaba mientras estuvo funcionando la central nuclear de Garoña.
Pilar González, la alcaldesa del lugar, concedió que, en efecto, la aprehensión de la gente de su pueblo y su comarca era perceptible cuando ocurría un incidente en centrales nucleares de algún país remoto pero que después de esos ocasionales sucesos, se reanudaba la convivencia que asociaba a vecinos y central.
La alcaldesa, que vive en la zona de la central, insistió en que su miedo y el de la población era, realmente, qué pasaría en su pueblo y su región cuando la central se desmantele.
Los ecologistas radiofónicos de la SER no se podían creer que la alcaldesa tuviera más preocupación por el desmantelamiento de la central que por la continuación de su funcionamiento.
La conclusión es clara: como los ecologistas de Madrid saben mejor que los habitantes de Garoña lo que les conviene y los hace felices, que los que se queden sin trabajo en Garoña desempeñen el trabajo de los que los aconsejan desde Madrid y los  ecologistas de Madrid se vayan a vivir a Garoña.
Cada ecologista procedente de Madrid con sus flautas y pitos de caña, naturalmente.