Había una vez un país en el que sus
habitantes estaban tan acostumbrados a las noticias sobre robos, desórdenes y
desacatos a las leyes por parte de los que mandaban y de los que obedecían, que
ya ni prestaban atención a la televisión a la hora del telediario.
Hasta que una
noche, todas las cadenas emitieron un mismo programa.
Flanqueado a
derecha e izquierda por otros uniformados, el que ocupaba el centro dijo:
“Les anuncio
que, a partir de ahora, se ha acabado el cachondeo”
Nadie necesitó averiguar
lo que había querido decir porque todos entendieron lo que había dicho.
Y, a partir de
entonces, los únicos que evitaban dejarse ver en las calles eran los que
intentaban, y no se atrevían, a delinquir.