jueves, 17 de agosto de 2017

DEJARSE MATAR



Es ésta una guerra que, como todas las que la antecedieron, se libra para imponerse al enemigo si es necesario eliminándolo.
Otras guerras, diferentes a la que han desencadenado los musulmanes contra los que profesen una religión distinta, podrían terminar sin necesidad de eliminar a todos los enemigos.
Pero en ésta solo salvarían sus vidas los que renunciaran a sus creencias y adoptaran como propias las creencias de sus enemigos musulmanes.
Como en todos los enfrentamientos bélicos, los combatientes se identifican por el uniforme que vistan los oponentes.
En ésta guerra, sin embargo, el uniforme diferencial no son las prendas de los adversarios sino la manera en la que cumplan los preceptos de sus religiones.
A unos, su religión los exhorta a matar a todos los que no crean lo que ellos creen  y, a los otros, a morir mansamente por su fe.
Ni siquiera aceptan que los musulmanes que matan a los que no lo son lo hagan por motivos religiosos, sino como reacción por injusticias de los cristianos contra los musulmanes.
Los que encauzan la furia asesina contra los cristianos solo tienen responsabilidad por sus actos ante el dios que, como idea tan intangible e invisible como lo es un concepto abstracto, ni siquiera puede singularizarlo la menta del hombre.
Una guerra planteada en esos términos tiene un desenlace previsible.
¿Y si, en vez de pelear ésta guerra en territorios habitados por cristianos, los dirigentes políticos cristianos decidieran llevar soldados para que los combates se libren territorio musulmán?
Sin la menor sombra de duda, si a la capacidad tecnológica y militar de los cristianos se añadiera la voluntad política de sus gobernantes para hacerlo, esta gierra ni siquiera habría empezado.
¿Por qué los que, por sus cargos, no envían tropas allí. en lugar de retenerlas aquí?
Porque cien compatriotas muertos lejos los privaría de más votos que miles dejándose matar a domicilio.