sábado, 19 de agosto de 2017

DE ENCUBRIDORES A DELATORES



Desde que se libran guerras, el apoyo que los combatientes reciban desde su retaguardia ha sido determinante para su victoria o su derrota.
Garantizar la comunicación entre las avanzadillas, el cuerpo de ejército y las zonas amigas desde las que partió el ataque inicial es la mejor garantía de victoria.
En ésta guerra que ha declarado el Islam a los que merecen morir por no acatar los preceptos de su creencia, el papel de la retaguardia atacante es más determinan te que nunca.
El ataque contra el enemigo cristiano no se inicia en territorios lejanos, sino en el corazón mismo del país que ha de sufrir el ataque.
Los agresores instalaron en las grandes ciudades de los países enemigos concentraciones de ciudadanos leales, que están sirviendo de retaguardia segura para los que les toque el papel de golpear con violencia al adversario.
Los terroristas islámicos parten de territorio controlado por ellos, aunque dentro de espacios nominalmente enemigos, para matar a los que se merecen ser matados por no aceptar su religión.
No es posible derrotar a los terroristas musulmanes mientras controlen los barrios en los que se concentran para urdir atentados y regresar después al amparo de sus vecinos, que por simpatía o miedo los encubren.
Para poner fin al terrorismo islamista hay que transformar en terreno hostil el ambiente amistoso del que parten para matar y al que regresan después de haber matado.
El silencio cómplice de sus vecinos y conocidos se convertiría en cooperación contra el terrorismo islámico si se expulsara a unos centenares de sus vecinos musulmanes, por cada atentado terrorista cometido por sus correligionarios.
Se conseguiría convertir en delatores interesados a los que, hasta ahora, por miedo o afinidad religiosa, encubren a los terroristas.
Es ésta una guerra de hecho del Islam contra los no musulmanes.
Una guerra en la que, para los terroristas, no existen los escrúpulos morales, que se autoimponen las víctimas.
Para equilibrar las condiciones del enfrentamiento, estaría justificado que los agredidos utilizaran todos los recursos a su disposición, como hacen los agresores.
Que las hasta ahora víctimas no renuncien a ser victimarios.
Eso, o que los cristianos que quieran  evitar que los musulmanes los victimicen, se apresuren a proclamar que no hay más Dios que Dios.