El producto interior bruto (PIB),
que suma el valor de todos los bienes y servicios generados por el pais, es el
factor primordial para establecer el orden de bienestar que ocupa en el mundo.
Su variación en un tiempo
determinado es determinante para dictaminar si el país ha avanzado o
retrocedido en ese período.
El año 1975, el de la muerte de
Franco, España ocupaba el puesto décimo de entre los países con mayor PIB de
mundo.
En 2016, cuarenta años más tarde
de que la democracia sucediera a la Dictadura, la posición de España en la
lista de los países más pujantes había retrocedido dos puestos, al pasar del
décimo al duodécimo.
La apertura de fronteras cerradas
a España para aislar mundialmente a la dictadura se abrieron de par en par a la
Democracia.
A pesar de que el libre comercio
supusiera una notable expansión para la compra y venta de bienes y servicios de
España al exterior y del exterior a España, con reflejo en el PIB español, la
posición relativa de España con el resto del mundo ha descendido.
Cuando se detraigan del PIB de
España los 223.629 millones que corresponden a Cataluña, la posición relativa
de España entre los países más industrializados del mundo se hundirá.
Pero la democracia española
seguirá a flote porque es el salvavidas de los políticos, los tripulantes del
barco hundido.