Lo más desesperante
para los espectadores de cualquier espectáculo tragicómico es aguardar el
desenlace de la función.
Y si hay trama
teatral cansina es la que desde hace siglos representan los mismos personajes
aunque con distinto disfraz en Cataluña: el que quiere darse el piro y el que
no lo deja que se lo dé.
¡Con qué suspiro de
alivio acogerán los espectadores el ritual “la comedia é finita” de la ópera
Pagliacci cuando el protagonista se cargue a puñaladas a su frívola concubina
Nedda y a su amante Silvio.
¿Es ese un final
adecuado para la ópera Payasos? ¿Es el que se merece el de la tragicomedia
catalana?
En el teatro y en la
vida el final de la función, que es la sucesión de hechos y dichos por actores
y pueblos, siempre es congruente con lo que hayan hecho o dicho a lo largo de
la comedia.
Y para evitar que lo
de España, con Cataluña, como parte de o aparte de ella, no escape a la regla
general.
Por compasión hacia
los sufridos espectadores, a los que ya se les desencajan las mandíbulas de
tanto bostezar, que alguien baje cuanto antes el telón.
Cómo termine lo que
desde hace tanto tiempo empezó es más soportable que si los buenos o los malos
ganen o pierdan.
Paula maiora
canamus, que quiere decir “vamos a dejarnos de gilipolleces para centrarnos en comernos la sopa antes de que se enfríe”.