El miedo es el
argumento más persuasivo para que el que se niegue a ceder lo haga.
Hasta el
gobierno la Junta de Andalucía, que el PSOE trasmite como herencia libre de
cargos a sus herederos partidarios, ha
tenido que ceder por la presión del miedo.
La disyuntiva
a la que se enfrentaba si no lo hacía lo convenció: pierde de buen grado lo que
ingresaba por el impuesto de sucesiones, o pierde los votos que le han
permitido casi medio siglo gobernar en Andalucía.
Como era de
esperar en gobernantes más que inteligentes listos, mantienen el impuesto de
sucesiones pero limitando el número de extorsionados, y conservan el gobierno de la Junta, desde el
que podrán maquinar nuevas exacciones con las que seguir expoliando a los
ciudadanos.
Y es que no
hay gobierno honesto y, menos que ninguno, el que se escuda en que la mayoría
de los ciudadanos les encomendó manejar sus asuntos.
¿Y las
dictaduras no roban?
Tanto como los
gobiernos democráticos, pero sin el consentimiento previo de los expoliados.
Y es que
mandar desde una dictadura es tan malo para los gobernados como mandar desde la
democracia.
Pero contra la
dictadura se puede y se debe protestar mientras que, en las democracias, el que
critique al gobierno se está quejando de sí mismo.
En resumen: el
derecho al pataleo, último desahogo del descontento, es un sinsentido en
regímenes democráticos..
¿Es lógico que
uno proteste contra sí mismo?