lunes, 14 de mayo de 2018

TORRA SE VA A BERLIN


Es uno de aquellos soberanos de los que sus apestosos gregüescos eran una segunda epidermis, sin la que parecerían conejos despellejados.
Donde ellos se encontraran estaba la soberanía de la nación que les pertenecía.
Eran tiempos lamentablemente idos y de los que, por suerte, los claros clarines anuncian su retorno,
Eran soberanos porque se reconocía su soberanía allá donde sus firmes pies pisaran la tierra, polvorienta o enfangada.
En un momento aciago de la Historia, un vendaval de enajenación colectiva trastocó las mentes de los hombres como preludio del designio de los dioses, y les dio por pregonar que todos somos iguales.
¡Como si no estuviera demostrado que mientras al Pepín de la María le gusta el vino, a  su hermano gemelo Toñin lo pirra el aguardiente!
¿Y a qué viene tanta divagación?
Pues viene a que a un tal Torra lo han elegido (por los pelos, pero lo han elegido) presidente de Cataluña y lo primero que va a hacer es ir a rendir visita de pleitesía  (nada menos que a Berlin, que ya se ha remozado desde que los rusos le dejamos hecha escombros) a un tal Carlos Puigdemont (Pico del Cerro) que anda por allí porque dice que es una ciudad la mar de barata para vivir.
--Hombre, a algo más irá.
Pues si.
Dicen que, en realidad, va a darle garantías de que procurara perfumarle lo menos posible el sillón presidencial para que, cuando a Puigdemont se le ocurra volver, no se lleve una sorpresa desagradable al aposentar sus posaderas donde previamente rebullirán las de su servidor Torra.
Gente educada. Así da gusto.

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