domingo, 21 de octubre de 2018

EL SINSENTIDO DE LA PROTESTA


Cuando era puro e inocente porque todavía no lo habían envilecido las llamadas redes sociales, uno creía en lo que, después de haberlo visto o/y  oído, le convenía creer.
Ahora, afortunadamente, ya no es así.
Ya se ha volatilizado el reconcomio de la duda porque si uno cree lo que la mayoría cree puede equivocarse pero con el consuelo de que habrá sido un error al que te han inducido los demás, y sus consecuencias serán más leves porque tendrán que compartirlas todos los equivocados.
Un suponer: lo de ser uno el responsable de que un gobierno en cuya elección participaste fueras tú el que lo escogiste para que te fastidiara.
¿Qué inverecundia mayor que la de protestar por las fechorías de las que te haya hecho víctima el que tú mismo elegiste para que te victimizara?
Ese es el mayor contrasentido de la llamada democracia: protestar por decisiones del que elegiste para que decidiera.
Si el gobernado tiene una necesidad irrefrenable de disentir de lo que estima que ha sido una cabronada del que gobierna, su protesta solo tendría sentido en una dictadura, que manda en contra del pueblo sometido.
Pero protestar contra decisiones de alguien que ha sido elegido es una inverecundia.
De todas formas, protestar contra el gobierno es una extravagancia:
En una democracia el que protesta lo hace contra sí mismo.
En una dictadura, además de que no sirva para nada la protesta, te pueden moler a palos.
Eso sí, cuando se emberracan los que protestan y contagian su mala leche a los que les pagan por evitar la protesta, se jartan a palos los unos a los otros.
Pues si tanto las democracias como las dictaduras encabronan a los que obedecen (sea obediencia consentida o forzada), mejor desahogar la mala leche natural viendo películas del Oeste.
--Por cierto que los espectadores de derechas simpatizan con los del séptimo de caballería y los de izquierdas con los de Nube Roja, naturalmente.