Habría que cambiar
el sistema electoral para evitar que partidos relativamente insignificantes por
el número de sus votantes sean los que marquen la acción del gobierno formado
gracias a su respaldo.
Mientras no se
haga, el divergente objetivo de los partidos de implantación nacional y los de
arraigo exclusivamente regional serán una amenaza para mantener unida a España.
El objetivo de
la acción política de los partidos de implantación regional es arrebatar a los
partidos de ámbito nacional su capacidad de decisión en la zona geográfica en
la que operan.
Una vez lograda
la hegemonía política en su región y minimizada la influencia de los partidos
de ámbito nacional, la independencia de hecho se habrá alcanzado.
Las
consecuencias de los textos legales de la entonces tan alabada transición en España ya pueden analizarse por sus
resultados y no solo por sus expectativas, y la conclusión es desoladora.
Hasta la muerte
de Franco, España era un país de 505.000 kilómetros
cuadrados en el que todos sus habitantes obedecían a un solo gobierno.
Tan simbiótica
llegó a ser la relación entre España y Franco, que la muerte del Dictador supuso la agonía terminal de España.
¿Puede evitarse
que España muera?
Todavía se
puede, pero nadie de los que mandan quieren.
Bastaría con que
la ley electoral estableciera un porcentaje mínimo del censo nacional , y no
solo autonómico, para obtener representación en el Parlamento Nacional.
Limitar la
capacidad de decisión política al ámbito geográfico para el que el
representante fue electo.