domingo, 28 de octubre de 2018

SUSPIROS DE ESPAÑA


 Miedo me da escribir lo que voy a escribir, pero mi obligación para con la Humanidad me fuerza a escribirlo para retrasar lo más posible la ya aparentemente inevitable tragedia.
Me topé por la calle hace unos días con mi amigo Toñin, de la casta de los Pandehigo, familia de labradores y antiguos arrieros, todo ellos gente de orden y buen corazón.
Todavía balbuciente y nervioso por haber visto lo que había visto y, sobre todo, por haber oído lo que había oído,  me relató que …y abro comillas para ceñirme al texto…
“… como no escampaba porque no llovía y hasta que no escampe después de llover no hay nada que hacer en la haza (“porción de tierra dedicada al cultivo”, según la RAE), “me fui a ver qué es lo que pasaba con ese Puigdemont del que tanto hablan”.
Así que mi curioso amigo se fue a Waterloo, no para ver el lugar donde le habían parado los pies a Napoleón, sino donde reside el que esta pidiendo a gritos que le paren los pies en Cataluña y nadie se atreve a parárselos.
La del crepúsculo sería (hora propensa a la meditación, la nostalgia y la melancolía) cuando, gazapeando entre arizónicas, aligustres y conoásteres, llegó al muro de la gran casa-vivienda de la que salía la reconocida música de un pasodoble, que una voz con acento marcadamente catalán más que cantar sollozaba…”ay, de mi, no soy feliz,¿por qué salí de España…”.
Contagiado por la triste angustia de aquella voz, mi paisano Pandehigo retornó inmediatamente a su pueblo, a su región, a su Patria.
Y me dicen otros que también han hablado con él que, cuando le preguntan por donde ha andado, contesta con voz compasiva…. “pobre Puigdemont…”