Lo intuía pero no lo comprendía; lo sospechaba pero no quería creerlo.
Se me ha encendido por fin la luz del entendimiento y ahora ya lo creo y lo comprendo.
He descubierto, y me siento aliviado, lo que antes me intrigaba sin saber por qué.
La desazón que me desconcertaba venía de lejos:
1.- El regalo de 400 euros anuales, implícitamente supeditado a ganar las elecciones (pago indirecto de votos).
2.-El pago de 2.500 euros por nacimiento.
3.-El compromiso de mantener el subsidio de desempleo, a pesar de que se sabía que el paro crecería de manera insoportable para las posibilidades del Estado.
4.-La cara publicidad para que los votantes supieran que las chapuzas municipales las pagaba el gobierno.
5.-El pertinaz rechazo a abaratar las contrataciones y a dedicar los fondos del estado a inversiones creadoras de empleo en lugar de a subsidios al desempleo.
6.-El empecinamiento en rechazar los cambios en política económica que todos los partidos solicitaron en el debate que hoy terminó.
7.- La promesa reiterada del Presidente de que su gobierno mantendrá los gastos del paro por mucho que aumenten.
--“Oiga, oiga”—se levanta un clamor tumultuario—“¿no estará usted sugiriendo que hay paro porque el gobierno quiere?
--No señor, lo que digo es que, a éste gobierno, el paro no le molesta ni cree que le haga daño.
--Venga ya, si el propio Presidente está harto de decir que lo que más le preocupa es el paro…
Lleva razón el interpelante, pero no toda, porque es verdad que el paro es lo que más preocupa al presidente. Pero no el que ya ha dejado sin empleo a casi tres millones y medio de empleados, sino el que pudiera afectarle personalmente a él.
Los ingenuos argüirían que, por eso, el presidente tiene más interés que nadie en acabar con el paro y, así, ganar las elecciones.
--“¿Y no es más fácil?”---preguntaría el cínico sabio—“¿impedir que las elecciones las gane la oposición?”
La tarea más apremiante de un político en el Poder es perpetuarse en él. Y si todos sus electores trabajaran, creerían que su bienestar se debe a su trabajo y no tendrían que agradecerle con su voto la dicha de su supervivencia.
Pero si siguen vivos, aunque sin trabajo, es al que subvenciona su paro, en contra de lo que la oposición le aconseja, al que deberán agradecer con su voto su relativo bienestar.
El presidente con apellido de artesano remendón lo ha visto claro: acusa a la oposición de querer acabar con la subvención al paro y, en una maniobra de apoyo, culpa a quienes aspiran a su cargo hasta de lo breve que es el placer del orgasmo.
--¿Y si está tan claro, ¿por qué los de la oposición no lo desenmascaran?
--Porque son unos inútiles.
No acaba de convencerse el tozudo discrepante.
--Usted es un fascista que no ve en el sistema democrático más que pillos o lelos.
--Hay también personas capaces y honestas, pero el olmo español no está como para pedirle peras.