Suelen
sobrevenir las dictaduras cuando parte de la población de un país coincide con
la opinión del futuro dictador en que el desgobierno imperante tiende
irremediablemente a empeorar.
A algunos de
los dictadores se les ha llamado “cirujanos de hierro” porque le metieron el
bisturí al cuerpo social del país cuando su pulso se desbocaba o el
encefalograma ya era casi plano.
¿Anda ya la
España actual en esas circunstancias, en la que es aconsejable poner en peligro
lo que le quede de vida para tratar de evitar la muerte?
Que en lo que
llevamos de siglo España es un enfermo crónico lo atestiguan las dos
operaciones a vida o muerte a la que tuvo que ser sometida.
Los dos
cirujanos, aunque generales ambos,,eran distintos: El primero quería que los
ascensos militares se produjeran según el escalafón y el segundo que pudiera
ser por méritos de guerra, de manera que mientras más subordinados cayeran en
combate, más ràpido seria su ascenso.
El primero, Don
Miguel Primo de Rivera, viudo prematuro que tenia amantes mas o menos
ocasionales como La Caoba, solo necesitó ejecutar a los asaltantes del exprés
de Andalucía para que la plaga de desórdenes y asesinatos acabara en España.
El segundo, el
casto, puro, e introvertido Franco, solo se fiaba de sí mismo por lo que carecía
de amistades y, desde su soledad interior, fusilaba sin piedad a todo el que
sospechara que podía suponer una amenaza para su poder personal e indivisible.
¿Necesita ya
España un tercer dictador militar?
Ahora la oferta
de candidatos se ha ampliado y, por primera vez, podría ocupar el honor y el
cargo un militar de izquierdas: el bravo general José Julio Rodriguez, de
Podemos, que tan gallardamente permitió que huyeran de su fragata unos piratas
del Mar Rojo, que se escaparon en su bien artillada lancha neumática.