jueves, 5 de octubre de 2017

JUSTIFICACION POR EL ÉXITO







El éxito es la consecución del fin propuesto mediante los recursos empleados para lograrlo.
Un suponer: el referendum que la Generalidad catalana montó para lograr la independencia de España de esa todavía región española.
Si el gobierno de Carlos Puigdemont, que urdió el referendum para escindir Cataluña del resto de España lograra ese propósito, habrá alcanzado el éxito que buscaba.
Si Cataluña siguiera formando parte del territorio del que Puigdemont quería escindirla, su referendum será un fracaso.
Ni leyes, ni moral ni pamplinas.
En el descarnado negocio de la política el éxito es el fin que determina si los medios para alcanzarlo fueron justos o injustos.
El que gane tiene el privilegio de reordenar las prioridades éticas y al que pierda no le queda más remedio que el de acatar, de buena o mala gana, lo que el que haya ganado disponga.
Al que consiga su propósito en la disputa política, su victoria le da derecho a reordenar las prioridades legales adecuándolas a los procedimientos que empleó para ganar.
¿Y qué debe hacer el que pierda?
Simular que acepta la nueva situación, sin por eso dejar de conspirar soterradamente con otros descontentos para, cuando la ocasión sea propicia, ilegalizar las leyes que lo obligaron a acatar.