viernes, 5 de enero de 2018

SADOMASOQUISMO

Eso de poner la otra mejilla para que te la abofeteen igual que abofetearon a la primera está muy bonito, pero es poco práctico.
Lo más probable es que, después de la segunda bofetada venga la tercera  y después la cuarta.
El abofeteado acaba acostumbrándose y se le hace insoportable vivir sin que la pausa entre palizas se estreche tanto que hasta pide que se acelere el ritmo de los guantazos.
Por masoquista se conoce al que, o a la que, en el sufrimiento encuentra placer y sádico al que, o a la que su placer lo encuentra haciendo sufrir.
Así que si el destino empareja a un sádico(a) con una(un) masoquista, esa unión será indestructible.
Ni el imprevisible contratiempo de una felicidad idílica podrá destruirla.
Y eso que pasa entre la gente, ¿podría pasar también entre las naciones, los pueblos o las regiones de una misma nación?
Puede pasar y, de hecho pasa.
Como prueba, el caso de Cataluña.
De vez en cuando, si la parte sádica de la pareja descuida la atención que merece la parte masoquista, reverdece la crisis que requiere el tratamiento habitual: unas cachetadas sonoras, unos azotes con un buen vergajo y vuelta al catre, hasta que el cuerpo de la parte masoquista de la pareja le demande a la parte sádica una atención conveniente.
¿Una atención conveniente? ¿Eso qué es?

Que se quite el cinto y le de unos vergajazos.