Cuando todavía faltaban
años para que los chinos pudieran salir libremente de su país y los no chinos
pudieran entrar allí como turistas, caí por China.
En una visita
de cortesía a la sede de la Shinjua, la agencia de noticias oficial del país, a
mi colega Gonzalo Velasco se le ocurrió preguntar al dignatario que nos
acompañaba de cuantos reporteros disponían para recabar noticias.
Puso cara de
desconcierto y, después de explicarle que los reporteros eran los periodistas
que estaban presentes en el lugar donde se producía la noticia, sonrió y nos
mostró una batería de teletipos: “ministerio información”, “ministerio asuntos
extranjeros”,”ministerio gobernación”….dijo.
Ese eficaz
sistema chino de informar al público no de lo que le gustaría saber, sino de lo
que le conviene saber, es el que prefiere, al parecer, Beatriz Talegón.
La Talegón es
una disidente contumaz de todo el rojerío ortodoxo por el que ha transitado
hacia el rojerío hecho a su medida que todavía no ha parecido encontrar.
En un artículo
de opinión titulado “Periodismo carroñero” que hoy publica “OK Diario”, la
Talegón se queja de todo lo mucho malo aflorado en la cobertura del caso de la
asesinada Diana Quer.
“Lejos de
respaldar a la familia”—señala—“los medios de comunicación han hecho lo posible
por estirar el chicle de la inmundicia”.
Añade, y tiene
su punto de razón la Talegón, que “la ética periodística debería haber
seleccionado mucho mejor la información que debería publicarse y la que debería quedar
para la intimidad de la familia. Nadie puso freno”.
Pues, si la
tiene, debería emplear hasta su último resuello político pata encarrilar la
vida publica española por los plácidos senderos de la conveniente ignorancia
anteriores a éste libertinaje de prensa, responsable del desgobierno
democrático.
A lo mejor ha
llegado el momento de que solo se publique en España, como en la China de
entonces, el “Renmin Ribao”, el “Diario del Pueblo” que incluya solo las
noticias que les llegaran de la Shinjuá española, que resumiría las llegadas a
su sede central desde los diferentes ministerios gubernamentales.
Un pueblo que
sabe es menos feliz que un pueblo que ignora.
¿Y no es la
política la noble actividad encaminada a que unos pocos se sacrifiquen para que
los demás gocen?