domingo, 9 de noviembre de 2014

EL MURO QUE NO DEBIO CAER



Es el aniversario  de la caída del Muro de Berlín una fecha que, en vez de celebrarse, deberíamos lamentar.
No fue solo el comunismo lo que cayó por tierra con el muro.
Entre los cascotes de aquella pared, que simbólicamente separaba el bien  del mal, se derrumbó también la convicción de todos en la justicia de su causa, sólo por residir en el lado opuesto al enemigo.
Derrumbado el muro que separaba el bien del mal, ¿en qué lugar residen desde entonces los justos y los tiranos?
En los felices tiempos en los que la duda no tenía razón de ser porque el muro era la frontera entre libertad y tiranía, cada ciudadano del mundo sabía que estaba en el lado correcto, sólo por habitar en lugar opuesto al habitado por su enemigo.
Pero, desde entonces, ¿Quiénes son los buenos y quienes los malos?
--¿Sopn buenoas los no musulmanes y malos los muasulmanes?
-- ¿Son buenos los islamistas radicales y malos los islamistas liberales?
--¿Todos los no musulmanes son malos para los musulmanes?
--¿Todos los musulmanes, para los que no lo son, ¿son terroristas en potencia?
El bien y el mal, claramente localizados por el lugar que el muro de Berlin separaba, desde entonces se mezclan  aleatoriamente y hacen  imposible su identificación.
No era el muro de Berlín solamente la frontera de paises distintos sino, sobre todo, el punto que separaba dos formas radicalmente diferentes y opuestas de medir la bondad del comportamiento humano.
Antes de que derribaran el muro, los que vivían en una de las dos partes que aquella frontera separaba tenían la certeza de que eran buenos porque los de la parte contraria eran los malos.
Separaba el muro las convicciones absolutas que hasta entonces modulaban las conciencias humanas
Con su caída esas convicciones se relativizaron y se abrió la puerta a la confusión. relativización.