Por lo que se está viendo, al mero mero del Partido
Popular le falta un hervor para poder ser lo que dice que quiere ser: el
redentor de este pueblo de irredentos y perdularios que es España.
Ni se ha enterado, por lo que parece, de que por el
facineroso mundo de la política no
conviene caminar con un lirio en la mano, vestido con inmaculada túnica blanca
y cantando “venid y vamos todos con flores a María”.
Casado se apellida el individuo que va y le pide al mandamás
de un partido que compite con su Partido
Popular que se retire y no estorbe para que, al quedarse sin el que pensaban
votar lo hagan por el que más se le parezca, que es el suyo.
Reduciendo la cuestión al mínimo puede que se elimine
el problema de decidir quien manda y, así, se erradicara el gruñido demoníaco
de la profesión política.
Y sin política, ¿cómo se resolverían las
discrepancias?
Pues a guantazos, como viene pasando desde que un tío
se cargó a su único hermano porque sabía encender mejor las candelas.