jueves, 23 de marzo de 2017

LAS AVISPAS

   En cuanto le arranquemos un  par de hojas al almanaque renegaremos del verano que ya habrá llegado y añoraremos al invierno que ya se fue.
Y es que el hombre lo es porque su memoria le hace añorar lo perdido, menospreciar lo que tiene y envidiar lo que otro tenga.
El verano es tiempo de calor y de avispas, a una de las cuales ví ayer cuando, desde su asiento en el Congreso de los Diputados, incordiaba al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
No es  Iglesias un nuevo Cassius Clay porque no vuela como una mariposa ni pica como una avispa.
Viste su magra figura, eso sí, con ropas tan llamativas, por su extravagancia al lucirlas donde por distinguirse de los demás desentona, como la avispa revolotea para hacerse notar con las rayas horizontales amarillas y negras de su cuerpo.
Montó el número, dio el espectáculo y logró que las televisiones repitieran las imágenes de un fulano que se cree gracioso, aunque no tenga ni chispa de gracia.
Recordaba la actuación de Iglesias aquella comedia conocida por Las Avispas, que Aristófanes estreno el año 422 antes de Cristo y en la que se escenificaba la trampa operada en una urna (como las que ahora se utilizan en las elecciones) para que el pillo consumara su pillería.
Impagable Pablo Iglesias que, por dejarse ver en el Congreso de los Diputados como se deja ver y oir, demuestra que en un sistema como esta democracia de guardarropía que es la democracia española, cualquiera puede ser diputado y hasta (ay, Zapatero) Presidente del Gobierno.