lunes, 28 de mayo de 2018

HOY, AYER DEL MAÑANA


Como quien no quiere la cosa y sin ningún esfuerzo, uno se levanta a las diez de la mañana como los demás días del año para percatarse poco más tarde de que el de hoy es un día especial.
Como en el Pesaj Seder, la Pascua Judía, uno se pregunta: ¿por qué este día es diferente de los otros días?
Y después de comprobar que el cielo esta raso como el ojete de un chivo, que debemos andar por cero grados de temperatura porque no hace frío ni calor y que el bizcocho sin azúcar que desayuno sabe igual que me supo ayer, llega a la conclusión de que es mejor ignorar lo que, si lo supiera, podría disgustarme.
Como la felicidad, el desconocimiento dura poco en la casa del pobre .Son los malditos inventos del teléfono y del ordenador los sacacorchos que nos traicionan para que  el incómodo conocimiento fluya de la apacible botella de la ignorancia.
Diferencia de matices. Similitud de preocupaciones.
Un suponer: El ABC publicaba el 28 de Mayo de 1943 un reportaje sobre los soldados alemanes que en el frente ruso vivían un periodo de calma y abandonaban las armas para dedicarse a tareas agrícolas.
(Eso explica que un mes más tarde los rusos les dieran tal paliza en la Operación Ciudadela (batalla de Kursk) que ya no pararían de correr hasta Berlin).
En definitiva: que lo que diferencia al día de hoy del de ayer y del de mañana es que   ahora no hay ni una mala disputa callejera con la que entretenerse, aparte de las trifulcas de Oriente Medio que duran desde antes de que de la nada se derivara todo.
El mismo periódico, en su edición de hoy, 75 años más tarde, informa de que uno de cada tres inscritos vota en contra de Iglesias y su compañera por el palacio que se han comprado. (Lo que quiere decir que dos de cada tres votantes respaldan la operación inmobiliaria).
Sin una mala guerra cuya evolución sirva de entretenimiento, la gente disfraza su envidia natural de moralina hipócrita.
Y que no falten políticos que se nieguen a dimitir por muchos correligionarios que metan en la cárcel, que aumenten los dirigentes de la famélica legión para que planten flores en la tierra que posean y que,  en vez rojas rosas, empuñen hoces.
Y ¿qué tiene que ver tanta simpleza con lo de cumplir años?
Es uno de los efectos derivados de la euforia por la habilidad con la que Sergio Ramos lesionó al egipcio del Liverpool, para que el Madrid ganara una Copa de Europa más.
Y es que  lo mismo las guerras que el fútbol o la vida, lo importante no es cómo se negocia el triunfo sino cómo impedir que el adversario gane,  que el equipo contrario se lleve el trofeo en juego o la manera de aprovechar la incomodidad de otro para lograr el propio agrado.
¡A por los 76!
Si Dios quiere.