Malamente está el
cachondeo que se traen los catalanes con
España desde hace demasiado tiempo.
Pero que le tomen
el pelo al gobierno de los españoles, entre los que se encuentran también los
catalanes, rebasa los límites de la reprimenda, penúltimo recurso antes del más
convincente para restablecer el orden y el respeto.
El último, y de
garantizada eficacia, es olvidarse de las palabras y pasar a los hechos.
Como hacían los
padres de antes: se desabrochaban el cinto como argumento decisivo contra el
hijo díscolo, que así entendía lo que hasta entonces le había convenido no
comprender.
Y una vez empleada
satisfactoriamente la correa, mejor tenerla siempre a mano.
Para el caso de que
el recalcitrante reincidente vuelva a las andadas, que lo hará cada cuarenta
años como ocurre desde aquel matrimonio entre la discreta castellana y el
cantamañanas aragonés, que fue el que aportó como dote el desde entonces martirio
español,