viernes, 12 de septiembre de 2014

RAJOY, GENIO DE LA ECONOMIA

Con la cara de hombre formal que tiene Mariano Rajoy hay  que ser muy ruin para negarle sus méritos, el principal de ellos el de cumplir su promesa de tomar decisiones políticas que permitieran a la economía española salir de la crisis en que la sumieron los socialistas de Zapatero.
Quien lo dude, que compruebe los datos de la deuda pública española en el momento de su toma de posesión y ahora, dos años y medio más tarde.
Deuda Publica en 2011               734.962.000.000 euros.
  “         “      junio 2013              1.012.643.000.000  “
El secreto del milagro ha sido, además de aumentar los impuestos a los contribuyentes, reducir las prestaciones por servicios y entramparse en más de cien mil millones de euros cada año.
Y eso que, como registrador de la propiedad, no es especialista—y lo demuestra—en gestión de empresas.

Su genialidad: pedir prestado lo que haga falta para que la deuda la pague el que venga detrás. 

LA V DE LA DIADA

   Cuentan, admiran, ponderan y envidian el perfecto trazado, la limpieza de perfiles y la sabia mezcla de colores de la V que ayer formaron en las calles de Barcelona decenas, cientos, miles, millones de catalanes.
Todos los observadores, incluidos los que la observaron desde el cielo, coinciden en que esa uve humana quedó monísima.
Por eso, es obligado felicitar a los que inspiraron, organizaron y colaboraron para que resultara tan vistosa la brillante idea.
Faltó, se quejan algunos, la festiva erección de un par de centenares de castellets pero están de acuerdo en que la suelta de correbous, los toros de fuego, habría sido inoportuna porque hubieran podido decir los españoles que el acto olió a cuerno quemado.
Algunos de los organizadores de la magistral demostración de cómo formar una V humana se han regocijado del poco entusiasmo que fuera de Cataluña ha suscitado el logro.
“Pura envidia”—explicó el inspirador de la idea de formar una V humana—“algo que requiere seriedad, sentido común y espíritu colectivo solo está al alcance de catalanes”.
Lo decía mientras se limpiaba en la barretina la grasa de las butifarras que estaba engullendo.

Hablaba desde la terraza de un restaurante del puerto. Entusiasmado por el éxito indudable de la V, se puso en pié, miró hacia el oeste, donde empieza el mundo de fuera de Cataluña y murmuró con voz ronca: “se van a enterar”.