sábado, 2 de junio de 2018

SANCHEZ, PRESIDENTE NO ELECTO


Desde siempre se ha dado por sentado que las decisiones de los gobiernos, empresarios, mercados y hasta el trazado de carreteras dependen de la presión que en el proceso de su  organización y ejecución hayan ejercido los grupos.
Por eso se le da tanta importancia a los grupos de presión que, en realidad, son ni más ni menos que bombas de agua controladas por un presostato.
Echando humo dicen los observadores conspicuos que andan hoy las bombas de presión para que el presidente no electo de esta democracia impopular, que es la española, nombre los ministros encargados de distribuir los dineros para sobornar al pueblo votante.
Al militante socialista Pedro Sánchez no lo ha votado el pueblo para que sea presidente sino una minoría relativa de la parte del pueblo que acudió a votar en las últimas elecciones generales, en nombre del partido en el que el ahora presidente del gobierno era un simple militante de base.
(¿Y un tío al que el pueblo no ha elegido nos quiere convencer de que solo debe mandar el que haya sido electo por el pueblo?
Que esa aparente contradicción carece de importancia lo demuestra que el Sánchez no electo por el pueblo tiene la autoridad delegada y los medios coercitivos suficientes para obligar a que lo obedezcan  hasta los que no lo votaron ni les dieron ocasión de hacerlo.
Total,  como a ese Franco que se murió el siglo pasado y que parece que en espíritu sigue revoloteando por los altos y claros cielos de España.
Eso. Un Franco segundo o un Franco bis.
Y es que hay quien dijo que. tan inútiles son las urnas electorales, que su fin más noble es el de romperlas.
Pero eso si. El que las rompa que pague lo que cueste reponer en su lugar una idéntica a la rota.