Una veintena
de uniformados de negro, amparados por grades escudos protectores y que
blandían golpeando el aire con sus porras policiales, retrocedían ante el acoso
de una hosca pandilla de energúmenos que los perseguía por las calles de una
ciudad.
Lo he visto
esta mañana no sé si por el canal 4 o el 6 , las dos emisoras que, por el
aprovechamiento de lo que está pasando en Barcelona, se diría que han
organizado el espectáculo del desbarajuste de Cataluña.
Y lo que por
la televisión presencié esta mañana me avivó la memoria de tiempos pasados en
una lejana ciudad que es de hecho la capital del mundo, Washington Distrito de
Columbia (DC).
Dormía tan
apaciblemente como sigo durmiendo ahora cuando, de amanecida, me despertó el
teléfono: era una vecina que me alertaba
de que me iban a destrozar el coche, un Volkswagen de capota retraíble de lona engomada, similar
a los que usaban los famosos nazis.
Llegué justo a
tiempo. Bajaban los blindados de la guardia nacional despejando a trompada
limpia los vehículos que los manifestantes pacifistas antivietnam habían
colocado en medio de la calzada, para escudarse de la represión policial.
Acompañado
como le requerí que hiciera por el policía con el que hablé en mi portal,
estacioné en lugar seguro mi coche y los manifestantes continuaron su
manifestación y los soldados de la Guardia Nacional dándoles palos a los alborotadores.
Parecido a lo
de Barcelona: la única diferencia es que en Washington los manifestantes huían
de la Guardia Nacional y, en Barcelona, son los policías los que huyen de los
alborotadores.