Que nadie me
acuse de machista. Soy feminista por conveniencia y por convicción. Lo primero
porque soy padre de tres hijas y a ninguna de ellas la cambiaría ni por el más
garrido de los mozos.
Además, las
tres son más perseverantes, más sufridas, más listas y más nobles que yo que,
sin ninguna culpa, nací varón.
Así que, si
abogo por Susana Díaz y afeo la falta de galantería por no ayudarla a que
cumpla su sueño, sé que mi causa es justa y que impedirle que sea Presidenta de
Andalucía se debe a ese machismo insensato que, con el pretexto de defender la
igualdad de mujeres y hombres, niega la evidente superioridad femenina.
¿Hay prueba más
concluyente de que mujeres y hombres no son iguales porque la mujer es más
fuerte que la estadística de que hay más viudas que viudos?
Que me digan,
si no es por discriminación sexual, por qué se resisten a lo que Susana, con
toda razón, les pide.
¿Serían
mejores presidentes de Andalucía los que se resisten a complacerla?
Imposible. En
primer lugar, ni ellos ni sus partidos han gobernado nunca Andalucía, así que
les falta la experiencia que la actual presidenta y su partido tienen para
hacerlo.
Susana es, de
hecho, presidenta y ya sabe el oficio. Su partido socialista es el único que ha
gobernado en Andalucía y, por lo mismo, le sobra la experiencia de más de 30
años para seguir gobernando.
Pero la
discriminatoria maldad se sobrepone a la conveniencia.
¿Qué quieren
los partidos que se niegan a apoyarla para hacerlo? Nada menos que la candidata
ceda a lo que le exigen.
Es una postura
tan insensata como la del cliente que exige al comerciante que le venda algo por
el precio que él ofrece y no por el que comerciante marca.
Puro disparate
nihilista, que acabaría con las prácticas seculares que han marcado las reglas
del intercambio: si el comprador estima excesiva la cantidad que el vendedor
quiere que le pague por una mercancía, que no compre o vaya a otra tienda.
El vendedor sabe
su negocio y es consciente de lo que le costó al por mayor lo que vende, los
gastos de almacenamiento, alquiler de local, pago de salarios a los empleados,
seguridad social, impuestos, electricidad, aire acondicionado, ambientadores,
deterioro del producto y riesgo de que otro más moderno lo deje obsoleto.
Vender por el
precio que exige el cliente es tan abusivo como esperar que Susana Diaz les dé a
los portavoces de la oposición todo lo que le piden por apoyar su candidatura.
Como la
insensatez es tan evidente, hay que sospechar que esa condición es solo un
pretexto para no hacer negocio.
Puestos a
sospechar, no hay que ser un lince para acertar: los partidos de la oposición
niegan a Susana Diaz el apoyo que necesita únicamente porque es mujer.