miércoles, 7 de enero de 2015

LA AMENAZA DEL TERRORISMO ISLAMICO



“La barbarie terrorista no acabará con la libertad”, desafió Francois  Hollande a los terroristas islámicos que asesinaron a doce personas en un semanario de París.
No le falta razón al presidente francés porque no es el terrorismo islámico, sino la cobardía de no combatirlo con todas las armas, lo que lo convierte en amenaza para los no musulmanes.
El islamismo contó para su expansión desde el primer momento con la violencia contra los que se resistían a abrazar su creencia y el Islam está en permanente revisión para impedir su evolución a la tolerancia, que limite su fanatismo original.
El Islam se diluye periódicamente en algunos países en los que la molicie y el bienestar de los creyentes los inclina a la tolerancia pero su esencia como religión intransigentemente monoteísta implica que la adoración al Dios único, si se extiende a otros o se comparte con otros, priva a Dios de una parte de lo que a Ël solo le pertenece.
La prohibición que impone a los creyentes de no representar al Dios conceptual con figuras reconocibles eleva a la divinidad fuera del alcance de los hombres, que perciben las ideas a través de los sentidos.
Así era también en el judaísmo original, que definía a Dios como “el que es” y que como el islamismo, prohibía la alusión o representación de la divinidad con figuras tangibles.
Nació el Islam obligando por la fuerza a los no musulmanes a abrazar su fe, mientras que el cristianismo se extendió porque sus partidarios estaban dispuestos a morir antes que renegar de su fé.
Todas las invasiones que los musulmanes sufrieron en la España que ocupaban fueron de seguidores de algún morabito ascético norteafricano, que pretendían restablecer la práctica de su fe entre los correligionarios a los que la molicie había degenerado.
Periódicamente se ha regenerado el Islam obligando a los fieles, que con el bienestar habían caído en la relajación, por medio de movimientos similares a los que ahora han emprendido los del califato islámico.
Cuentan los regeneradores con un factor decisivo: la ausencia de jerarquía en su religión  porque el imán que arrastra devotos es el que interpreta más literalmente el Corán, el texto que Dios inspiró a Mahoma y en el que se manda que impongan su religión a todos los que no la profesen.
La expansión  del Islam que agita ahora al mundo, sea o no musulmán, sigue la misma  ruta que otros movimientos regeneradores siguieron.
En el siglo XVIII, más o menos coincidiendo con la época en que la Ilustración cambió en el mundo cristiano la fé por la razón como motor de las decisiones gubernamentales, los árabes Wahad y Saud iniciaron una campaña regeneradora del Islam que arrasó la vivienda de Mahoma.
El respeto y culto al profeta Mahoma oscurecía la adoración a Alá, el único Dios, merecedor de toda la obediencia de los hombres.
Ignorar la amenaza del integrismo islámico actual es lo más cómodo para los gobernantes de los países por los que se está extendiendo pero puede tener una consecuencia nefasta: que cuando acepten como cierto lo que es verdad , ya sea demasiado tarde para salvar lo que se haya perdido.