miércoles, 4 de junio de 2014

REFERENDA PARA TODO

   Uno, que estudió latín en Bachillerato porque las ciencias de la naturaleza las aprendió en la huerta en la que pasó sus primeros años, sabe que referenda es el plural de referéndum, vocablo del género neutro. 
Sabe también que, prácticamente con el mismo gasto que el referéndum sobre monarquía o república, podrían y deberían celebrarse otros, y dejar así resueltas muchas de las disyuntivas que corroen y desasosiegan a la sociedad.
El referéndum propuesto sobre monarquía o república necesitaría completarse con otros dos para cada una de las disyuntivas iniciales propuestas:
                  a) Hereditaria
Monarquía:
                  b) Electiva.
   Cada una de esas dos opciones requeriría, antes de llevarlas a cabo, referendos  aclaratorios:
Monarquía hereditaria:
a)     Pariente más próximo
b)     Pariente más remoto.

(Debe hacerse notar que, si el rey muerto hubiera sido malo,  los resentidos súbditos preferirán al heredero más remoto y, si hubiera sido un rey bueno, al más próximo).
Monarquía electiva: (entronca con la más rancia tradición monárquica española, la de los godos).

Votantes:
a)     individual.
b)     Agrupaciones.
En el primero de los casos serían electores todos los que, en el momento de la elección, vivan en territorios sobre los que la monarquía ejerza su soberanía, sin distinción de edad, sexo ni estatura.
En el segundo caso, una ley aprobada por facebook o whatsapp determinará las agrupaciones (sindicatos, clubs de fans, forofos deportivos o agrupaciones promotoras del consumo de papas fritas, por ejemplo), que conjuntarán los votos individuales de sus agrupados).
Otra ley, aprobada por una mayoría expresada mediante llamada de móvil (1,73 euros la llamada) determinará el período de vigencia de los asuntos refrendados) pero, teniendo en cuenta que no solo “la dona é mobile” (la mujer es voluble) sino que tanto o más lo es el hombre y puede cambiar de opinión varias veces al día, lo ideal sería que, cada día, a todos los ciudadanos les fuera sometido a referéndum desde qué dia de la semana prefieren que sea hasta las temperaturas máxima y mínima.
Naturalmente, habría distintos referendos, según su ámbito de aplicación: los vecinos de una calle deberían poder determinar cada día el sentido del tráfico rodado por ella, el nombre de la calle, la diferenciación por nombres, números o colores de cada una de sus casas y hasta si la basura de recoge por medios mecánicos o mediante puercos que la consuman directamente en la calzada.
El referéndum que ponga de acuerdo a los ciudadanos sobre el clima y la temperatura que prefieren debería tener carácter local, por la dificultad de conciliar no solo los gustos de los que prefieren el calor al frío sino por la variedad de condiciones orográficas, paisajísticas y de concentración de humedad.
Pero, si no el clima, por lo menos podríamos resolver mediante referendos cómo aliviar psicológicamente los efectos que sólo la mención de las dos estaciones extremas nos producen: bastaría llamar invierno a la época de más calor y verano a la de más frío. Así el ser humano lograría la felicidad imposible hasta ahora a la que aspira: vivir como en el Caribe en invierno y como en el polo norte en verano.

El referéndum, pues, resuelve todos los problemas.