domingo, 10 de mayo de 2020

ACERTAR EN LA PROXIMA


Estaba uno absorto en la búsqueda de un remedio que, como el bicarbonato, sirviera para aliviar todos los desajustes del organismo, cuando como inspirada por un viento celestial, se me reveló una revelación.
    Achaco ahora a esa inquietud, que por fin has sido colmada, la interminable ristra de tropezones que, como los del cubo contra el brocal de un pozo, ha sido mi vida.
   Y es que hasta en los momentos más plácidos y en las ocasiones más lúdicas, un misterio irresoluble nublaba mi sosiego:
   ¿Por qué, en las películas del oeste, los que pretenden asaltar la diligencia la dejan pasar y se obligan a perseguirla, en vez de atajar su paso al llegar donde estén emboscados?
   Estirando como un chicle la semejanza del caso de la diligencia con el más trivial de la política, ¿por qué los electores eligen al que, una vez forma gobierno, protestan todas sus decisiones gubernamentales?
  Podrían ahorrarse el desengaño por la ilusión perdida si, en la próxima vez que depositen su papeleta, lo hacen en la que no pensaban meterla, sino en la que se habían jurado que nunca la depositarían.

FLORES Y PAJAROS DE ANTAÑOf


Uno, que tiene anclada la memoria en su despreocupada niñez, en la que los insecticidas todavia no habían matado a los pájaros ni acallado sus trinos, recuerda un deseo que había expresado José Antonio Primo de Rivera.
   Hablando en nombre de sus falangistas, dictó el fervor de su deseo: “queremos un España faldicorta”
   La España actual, casi un siglo después de que lo fusilaran, no puede ser más diferente de la que soñó.
    El oprobioso silencio de las calles casi ha hecho ya olvidar el bullicio habitual de hasta hace dos meses, blancas mascarillas tapan la sonrisa de la gente transmutando la España antes faldicorta y jaranera en melancólico tanatorio.
     La muerte de tantos españoles ha dejado baldada y moribunda a España, la antigua mujer lozana y morena, de dientes bancos que muerden el tallo de un clavel reventón.