Los que tenían
entonces la misma capacidad que ahora de hacerse obedecer, mandaron que cada 28 de febrero sea el día de
Andalucía y que los andaluces lo celebren no trabajando, como la leyenda dice
que es lo que mejor saben hacer los andaluces.
De tópicos
encadenados nacen las leyendas.
Saquen a un andaluz
de ésta Andalucía chirigotera y la leyenda dejará al descubierto la realidad de
que, fuera de Andalucía y codo a codo en el trabajo con no andaluces, el
indolente andaluz será tanto o más diligente que el no andaluz de la cuadrilla.
Tópico sobre leyendas
que se hacen realidad a fuerza de repetirlas, el 28 de Febrero se designó “Día de Andalucía” como recuerdo
del referendum que el mismo día de 1980 dio el visto bueno a la autonomía
andaluza
Cada año, en este
dia de holganza se rinde homenaje a Blas Infante, un andaluz tan poco
característico en aquella Andalucía de algunos ilustrados entre una multitud
analfabeta.
No era común en
aquel tiempo que un andaluz indolente por naturaleza accediera a las funciones
de notario, que tanta perseverancia en el estudio requiere.
Tampoco era
habitual que alguien que no perteneciera a la casta de ricos ennoblecidos por
la compra oportunista de tierras desamortizadas se incrustara en ella por vía
matrimonial.
Si no era
suficiente, Infante unió otra disidencia: la de abogar por una gestión de los
asuntos públicos andaluces no supeditada a los encargados locales de los que
gobernaban Andalucía desde Madrid, como si fuera su cortijo sureño.
El tórrido Julio
previo al 28 de Febrero fatídico, unos españoles disconformes con la forma en
la que otros españoles gobernaban España se insurgieron contra los que
gobernaban España mal, para hacerlo ellos mejor o peor, pero de manera
distinta.
Quince días después
de que el viaje aéreo de Franco desde Canarias al Marruecos español marcara el
inicio de la guerra civil, a Infante lo fusilaron los rebeldes a la entrada de
Sevilla.
Supuestamente porque
el ilustrado burgués de familia acomodada simpatizaba con la causa de los
enemigos de clase de los familiares de su esposa.
Fue la guerra civil
la ocasión propicia para saldar viejas cuentas, antipatías recíprocas o
discrepancias familiares enquistadas desde mucho antes de que a Franco se le
ocurriera afeitarse el bigotillo, ya a bordo del “Dragon Rapide”.